Las vocaciones son un don
de Dios a la Iglesia y a la Congregación. Cada hermana debe sentirse implicada
en este servicio de acompañar personal y comunitariamente a la juventud,
potenciando una intensa acción pastoral que, basada en la vocación cristiana y
en una pastoral juvenil entusiasta, suscite en la Iglesia los servidores que
necesita. Es preciso que esta tarea de promover las vocaciones se desarrolle de
manera que aparezca cada vez más como un compromiso coral de la Iglesia.
(Const. 90)
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