Hemos vivido la novena de la Virgen de la Merced, apegadas/os a las palabras del Magisterio del Papa Francisco y hemos experimentado el gozo de saber qué se espera de la Vida Consagrada. Nuestra Congregación de hermanas mercedarias de la caridad ha vivido además con la esperanza que produce la realización del Capítulo General, en el cual todos los horizontes se abren a la realización del “sueño” que se percibe como horizonte utópico y a la vez como fuerza de compromiso activo: pan recién horneado y dispuesto para compartir en la mesa. Al celebrar hoy a Nuestra Madre de la Merced, sentimos su presencia viva y su alegría, animándonos a crecer en caridad y servicio liberador. El primer campo de trabajo es nuestra propia persona, después nuestras pequeñas comunidades: indigentes y fuertes a la vez. No estamos solas en la tarea mercedaria y familiar (Orden e Institutos hermanos), el Espíritu del Señor nos acompaña y María es testigo de este bautismo de fuego incandescente que recibimos en la Iglesia. Escuchamos el grito “¡Descálzate…!”. Pues, bien: Madre, aquí nos tienes. Preséntanos ante Jesús, tu Hijo, ante el Dios Redentor