domingo, 6 de julio de 2014
Hoy, este segundo día del triduo queremos centrar nuestra reflexión en la necesidad de ¡DESCALZARNOS ANTE EL MISTERIO! Como se nos invitaba en el XXI Capítulo general.
Como sabemos, Dios interviene directamente en la historia a través de sus elegidos, y será en el gran profeta del Padre, Cristo Jesús, donde revelará todo su amor redentor y restaurará el corazón de todo hombre y mujer y de la misma historia humana, por su amor. Nosotras, hermanas mercedarias de caridad, hemos recibido la misma misión de Moisés: liberar a los hombres y mujeres de hoy de sus esclavitudes, a través de la caridad redentora.
La configuración con Cristo Redentor nos sitúa en el límite del discipulado: la persecución, la incomprensión, el rechazo, el despojo y el desprendimiento de todo aquello que se posee. Son las marcas de la cruz, una larga secuela que se dibuja en el horizonte del seguidor de Cristo.
Nuestra meta no es el éxito ni el triunfo. No nos dejemos engañar por la gloria efímera del aplauso y la alabanza. Quien se ajusta a los valores de este mundo pierde la gran posibilidad de pisar las mismas huellas del Crucificado. Nuestra meta es presentar la propia vida como ofrenda permanente; es descalzar cotidianamente nuestra vida en una constante y fiel entrega, por amor a Jesucristo, nuestro único Señor.
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Madre de Las Mercedes
Nuestra Señora de las Mercedes es de todos y para todos”. P. Zegrí.
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